Cementerio de Sad Hill

Tres hombres se examinan minuciosamente, sin pestañear. Saben que hacerlo puede significar su fin. Deben adivinar quién desenfundará primero y si los otros se dispararán entre sí antes de que el superviviente se centre en él. La tensión es insoportable. El sudor surca su frente bajo el sol estival de Burgos. Un momento, son vaqueros del "Far West", ¿qué hacen en Burgos? Y de repente, uno dispara. El rubio ha acabado con la vida del malo. Tuco aprieta sin cesar el gatillo de un revolver sin balas, frustrado por no haber podido vengarse de su torturador. El bueno gana y se lleva el oro dejando al feo con la soga al cuello sobre una lápida del cementerio circular donde tiene lugar el clímax de "El bueno, el feo y el malo", obra cumbre del spaguetti western que culminaba la Trilogía del dólar, esculpiendo en el Olimpo del cine los nombres de Sergio Leone, Ennio Morricone y Clint Eastwood. 


Como hemos dicho, la escena final se rodó en un cementerio improvisado por el ejército español en un valle de Burgos, cerca de la pintoresca localidad de Santo Domingo de Silos, hogar de los monjes gregorianos que tomaron al asalto el cielo musical en los 90 con sus cantos religiosos que inspiran paz y tranquilidad.

Tras el rodaje, el cementerio quedó en el olvido y la naturaleza reclamó el terreno hasta que unos turistas canadienses descubrieron lo que quedaba del plató natural. Estos se limitaron a filmar el lugar y a subir su descubrimiento a Internet de una forma muy... original. Fue la Asociación Cultural Sad Hill  los que se encargaron de restaurar el lugar y cavar de nuevo las tumbas, que podían ser apadrinadas en su momento. Puedes ver la historia en el documental "Desenterrando Sad Hill", que en el momento de escribir estas líneas, se puede ver en Netflix. 


Como fan de la película, no podía dejar de visitarlo. Me hospedé en el Hotel de Santo Domingo de Silos. Llegué por la tarde y tras un paseo por el pequeño pueblo, donde confundí la silueta de un anuncio de la cerveza local 947 Sad Hill, con la forma de Clint Eastwood, con una persona, pude disfrutar de un oficio cantado de los famosos monjes, una experiencia recomendable para todo el mundo aunque no sea religioso o no sea el tipo de música que escuche normalmente.

A la mañana siguiente, cogí el coche para llegar al lugar, no sin antes detenerme en el mirador para contemplar el salvaje paisaje que se abría ante mí y que cautivó a la gente de Hollywood. Tras descender al cementerio me perdí entre las múltiples hileras de tumbas dedicadas a todo tipo de personas, algunas con mensaje gracioso, otros más personales y varias de famosos. Para muchos, solo serían un puñado de cruces formando círculos concéntricos hasta desembocar en una circunferencia de piedra, pero estar en el punto exacto donde sesenta años atrás unos titanes de la cinematografía dieron vida a un clásico del cine, no se podía pagar.

Por los alrededores, teniendo en cuenta que por "alrededores" me refiero a algunos kilómetros, es posible ver otras localizaciones de la película, encuadradas en la ruta BFM, como el lugar donde se erigió el famoso puente del tercio final de la película y que fue demolido antes de tiempo por un oficial despistado del ejército y la que fue la "Misión de San Antonio" pero el tiempo no ha pasado en vano y es muy complicado distinguir algún atisbo de lo que fue.

Aun así, una visita recomendada para todo fan del cine o de las películas de vaqueros que tanto han hecho y hacen por los jubilados de este país. 









Aquí empezó todo

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