Historia de mis pinos tristes


Miguel era un pino al que la vida no había tratado bien. Para empezar, había germinado pino y no abeto, como siempre quiso ser. Al menos, como consuelo de poco avispados, a su lado, creció el depresivo Abelardo, que siempre se lamentaba porque en sus prominentes raíces los conejos defecaban. Le animaba el saber que al menos había uno que estaba peor que él.

Para pasar el tiempo, sobre el tiempo conversaban: hay que ver cómo chispea, que horror que el viento no para... Aunque a los cotilleos cercanos también algo dedicaban: la Puri no se nos casa; será por lo que comentan, que es un poco guaCasquivana.

Si por la rotonda de Arroyo pasas, cuidado, pues están los pinos brasas comentando la jugada, con quién vas acompañada tan temprano en la mañana, a quien dedicas tus risas, con quién hablas tan animada, por eso los verás con las copas inclinadas pues su vida es un drama, interesados en los demás mientras los pájaros se cagan en sus ramas.

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