Exposición Titanic. The Reconstruction.

Otra Semana Santa de pandemia más, esperando que sea la última, en que, imposibilitados de visitar a la familia por las aspiraciones feudales de los gerifaltes regionales, tuve que buscar alguna actividad con la que cubrir los, ya largos, días de una primavera que empieza a oler a verano. 

La elegida fue la exposición Titanic. The Reconstruction, de la que se puede disfrutar en el Museo de la Ciencia de Valladolid hasta el 27 de junio de 2021. Llevaba un año sin acudir a un evento en interiores y me preguntaba qué me encontraría. A las medidas de seguridad no se les puede poner ni un pero. Nada más entrar te miden la temperatura y tu nombre y teléfono es anotado, imagino, para ayudar a hipotéticos rastreos, aunque me pregunto si en caso de detectarse un caso se llamaría a todos los asistentes a la exposición de ese día, toda vez que la hora de entrada no queda reflejada. En cualquier caso, como el aforo es limitado a 50 personas, no debiera suponer mucho trabajo para los rastreadores.

Debido a la limitación de visitantes, debimos esperar media hora para entrar. Mientras tanto, intenté cargar el folleto de la exposición a través de un código QR instalado a tal efecto, pero me fue imposible acceder al mismo.

Nada más entrar, pudimos disfrutar de un pequeño documental de 17 minutos en el que tuvimos que sentarnos separados. No entiendo la presencia de sillas plegables en las que no te podías sentar, en lugar de quitarlas y dejar las disponibles en las posiciones determinadas. Quizá para que nadie tuviera la tentación de acercarse a su pareja, aunque para eso están las encargadas del museo, bajo cuya atenta mirada me coloqué en mi sitio. Sentados en la penumbra en sepulcral silencio, separados unos de otros mientras veíamos una proyección en blanco y negro en la pared ante la atenta mirada de los funcionarios,  me sentí parte de una distopía futurista donde la verdad no importa a nadie mientras el gran hermano te diga lo que tienes que hacer. 

Amad todos a Rose, aunque no le dejara espacio en la tabla a Di Caprio

En la pieza, se bosquejaba la historia del "buque de los sueños" desmintiendo situaciones que podían verse en la película, como que algunos oficiales hicieron uso de sus armas o que las puertas metálicas impidieron a los pasajeros de tercera clase escapar de su cubierta. El metraje se reproducía en bucle y cuando entramos ya estaba empezado, así que nos quedamos para terminar de verlo cuando comenzó la siguiente ronda. Una vez finalizada, daba comienzo la exposición en sí.


Nos dieron un par de auriculares, previamente desinfectados, con una audioguía. Una de las trabajadoras se encargaba de configurar el reproductor MP3 e iniciar la locución, con lo que no había necesidad de tocar nada más.


A lo largo de una hora y cuarto aproximadamente, una agradable voz nos transportaba al proceso de creación del Titanic, mostrando herramientas y materiales usados en la época, el pasaje, lo que transportaban sus bodegas, su propulsión... una explicación muy completa sobre el barco insumergible, dividida en expositores numerados en los que se mostraban todo tipo de objetos, que culminaba con la joya de la corona, una maqueta del barco de 12 metros de largo, 4,20 de alto y 3,90 de ancho con todo tipo de detalles cuidados al milímetro, anclado en una reproducción a escala del muelle de Southampton, lugar de donde partió la infortunada nave. 


La visita acabó con las portadas de los periódicos de la época informando de la aciaga noticia. Salimos satisfechos aunque sorprendidos por los distintos errores que hay a lo largo del recorrido, desde los más inofensivos cambios en la posición de una pieza o cuando la alocución hace referencia a un expositor de un número distinto al que referencia, hasta el, algo más grave, error a la hora de emitir el sonido del S.O.S, pues en lugar de la famosa llamada de socorro, se puede oír O.S.O. Si el telegrafista del Titanic era tan bueno como el de la exposición, no me extraña que se hundieran. En cualquier caso, son fallos perdonables que no malogran la experiencia.

El precio, 10 euros los viernes desde las 14:00, sábados y domingos; el resto de días, 8, me hacía pensar que era demasiado caro para lo que pudiera ofrecer, y si no te interesa nada el tema, seguramente lo sea. Al fin y al cabo, la apreciación del coste siempre es subjetiva. La recomiendo para todos aquellos que vivieron la fiebre Titanic de finales de los 90, aunque nadie espere que cambie su vida.

Atlantis is calling. S.O.S. for love

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