Senda de los almendros - Castronuño

Mapa de la senda de Castronuño
Entre la lista de los pueblos más bonitos de Castilla y León, puede que no encontremos a Castronuño, una villa que no llega a los 900 habitantes censados, que pareciera confeccionada con retales de distintas arquitecturas; pero esto no le resta encanto, pues a las afueras podemos encontrar el embalse de San José, joya de la corona de la Reserva Natural de Riberas de Castronuño - Vega del Duero (y dos Sicilias), en el que podemos encontrar una bonita ruta en la que ejercitar las piernas en este verano de pandemia tan atípico.

Partimos de buena mañana desde la iglesia de Santa María del Castillo, cercana a la "Casa de la Reserva", un espacio turístico que a las 9 de la mañana de un sábado, estaba cerrado. Tras admirar los muros románicos de la iglesia del siglo XII, rodeada de bodegas semienterradas, al estilo de los smials de los hobbits, nos encontramos con la primera encrucijada. ¿Izquierda o derecha? Tras deliberar un rato, ganó la siniestra y tras atravesar un parquecillo con juegos para los niños y bancos alineados frente a una balaustrada, llegamos a una escaleras que descendían a un mirador desde el que contemplar la forma de U del pantano en todo su esplendor, y junto al que encontramos otras escaleras que se perdían en la foresta.

Mirador de Castronuño

Panorámica de un recodo del río en Castronuño


La senda transcurre bordeando el embalse en su primera parte, ora por tierra, ora por una pasarela de madera. Cuando esta acaba, debemos cruzar la carretera y retomar el camino que nos dirigirá al infierno; pues si bien hasta entonces la sombra de los sauces y los chopos y la planicie más plácida hacen que sea todo un gusto caminar, la nueva etapa está caracterizada por una subidas inmisericordes para alguien que se pasó todo el confinamiento sentado frente a la chimenea. Lo peor es que el calor de la lumbre no te prepara para los latigazos de un sol implacable, que no perdona el pecado de haber ido al McDonalds la noche anterior. Pero el esfuerzo tiene recompensa, pues cuando coronamos el trasunto de Everest, llegamos a un nuevo mirador a la sombra de los pinos, donde asombrarnos por una forma física que creíamos ausente y sentirnos invencibles durante los breves instantes antes de comenzar a boquear como un pez en la arena.

Pasaje recubierto de vegetación Castronuño

Observatorio de aves Castronuño


A partir de aquí, tras pasar junto a unos almendros un poco deslucidos si no están en flor, todo será cuesta abajo hasta llegar a la senda junto al embalse, donde deberemos desandar nuestros primerizos pasos para llegar al punto de partida; momento en el cual se nubló. Aproveché para sentarme en los mencionados bancos mientras, a lo lejos, una guía explicaba a un grupo de adormilados turistas cómo distinguir las estaciones según el somormujo estuviera empollando sus huevos o no. Igual soy demasiado extravagante, pero prefiero mirarlo en un calendario.

Al ver a un grajo volar bien bajo, nos dimos cuenta de que debíamos marchar antes de que descendieran las temperaturas y nos enfriáramos. Y así, dejamos atrás Castronuño con la firme intención de volver, de nuevo, con un PGOU en condiciones bajo el brazo.

La ruta tiene una extensión de 3.5 kilómetros. Tardamos hora y cuarto en completarla pese a pararnos a hacer fotos. Es apropiada para todo aquel que no se fume dos paquetes de Celtas al día. Está la posibilidad de hacerla en dirección contraria, tomando el camino izquierdo en la bifurcación junto a la laguna, pero la escarpada subida se torna en mortal descenso de firme resbaladizo que aumenta significativamente la posibilidad de romperse la crisma.

Camino al embarcadero Castronuño

Presa, al fondo, de Castronuño

Le doy 1 botella de oxígeno de 5 en cuanto a exigencia física necesaria y 3 muletas de 5 en cuanto a posibilidad de sufrir traumatismos varios; y ojo, que allí ni el helicóptero llega, pues hay demasiados árboles para aterrizar, así que mas vale que vayas acompañado de un par de forzudos culturistas que pueden servir de porteadores en caso de que acabes de una pieza.

Es recomendable ir temprano, tanto por la ausencia de calor como de turistas, que se suelen despertar de sus orgías nocturnas cuando el sol ya reina sobre el cielo. Hasta entonces, apenas te cruzarás con un puñado de amables lugareños. Le doy 1 de 5 máscaras de Mike Myers en cuanto a la afluencia de gente.

Y ya para terminar, me gustaría dirigirme a los senderistas que piensan que la naturaleza es su vertedero particular: hijos de puta, no se tiran residuos sólidos urbanos al suelo, y mucho menos la ropa interior. La propietaria de unas bragas enredadas lujuriosamente en los arbustos sabe a qué me refiero. Por lo menos parece que alguien me hizo caso con el consejo de los culturistas.

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