El pepino que quiso ser un tulipán

Esta es la historia de una semilla que quería ser un tulipán habiendo nacido pepino. Todos los días, cuando el sol tostaba la tierra en la que se encontraba enterrada y el agua se filtraba hasta saciarla, gritaba a los cuatro terruños: "Yo quiero ser tulipán. No quiero ser un pepino."

Una parra que se enroscaba no muy lejos de donde estaba, siempre trataba de picarla, porque no había mucho más que hacer para una parra sedentaria. "¿Por qué no quieres ser un pepino? " le preguntaba a la semilla. "Los tulipanes son efímeros. Brillan un día pero el resto del tiempo nada. Los pepinos crecen recios y fuertes. Son imprescindibles en la buena cocina y ayudantes en las malas alcobas."

Esto último no lo entendía muy bien la inocente semilla, a la que todavía no habían explicado lo de las abejas y el polen. Daba igual. Ella se ponía muy digna y siempre le contestaba lo mismo: "Los tulipanes son bellos, altaneros, presumidos...  Los pepinos, por contra, son bastos como lo son tus hijos. Mejor que te admiren un día a que hagan contigo vino."

Llegados a este punto la parra le espetaba un sonoro "¡pero qué hija de puta!", por tan gratuita ofensa. Pero no lo vamos a escribir porque este es un cuento para niños. 

Esta conversación mantenían todos los días sin cambiar ni un punto. ¿De qué más iban a hablar si nada más conocían? Es lo que suele pasar cuando no se ha visto mundo.

Tulipán florecido

Sucedieron las semanas y de la tierra surgió un tallo. Y no mucho tiempo después a la parra, anonadada, casi le dio un pasmo. Pues en lugar de un pepino lustroso y orgulloso, tuvo ante sus ojos un tulipan bien rojo. 

"Al final te saliste con la tuya" felicitó entre dientes la parra a la semilla, jurando eterna venganza y una estrecha alianza con el mundo del pepino. Y por eso desde entonces, aunque suene un poco indigno,  se recurre a un vaso de vino pa trincar un buen pepino. O para que te lo trinquen. Ahí ya cada cual.

Moraleja: las explicaciones cogidas por los pelos si se amoldan a tus necesidades sexoafectivas se aceptan a pies juntillas. 

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