El muro de espinos

Era Renato, el Magno, monarca de todo lo que se extendía a la vista desde lo alto del monte Carpeto, que no es que fuera muy alto pero destacaba en la meseta.

Cierto día, cruzó las fronteras del reino una partida de godos que huían de los moros que presionaban el flanco sur. Renato los acogió bajo su protección y cuando un enviado sarraceno le pidió que se los entregara, este se negó.

En venganza, los moros secuestraron a Romualda, la hija del rey, y la encerraron tras los muros de un castillo que acababan de asediar y que estaba rodeado de espinos inexpugnables. Allí se quedaría hasta que un aventurero la liberara. Era la clase de ideas que se le ocurrían al emir de Kapurtala tras leer novela rosa.

Pero los días pasaron y por allí no aparecía nadie. Explorando el castillo encontró en las caballerizas unas tijeras y decidió probar a cortar ella misma los espinos. No se le daba mal, y en un par de días ya estaba fuera.

La acción le sirvió para que le convalidaran el título de F.P. 2 de Jardinería, con el que pudo largarse del reino y alquilar una buhardilla en Elche. Para el que lo quiera, también te digo.

Moraleja: la jardinería tiene más salidas de las que piensas.

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