La madre que parió a la música

Entrada al teatro María Luisa Ponte de Medina de Rioseco
Últimamente, todos los domingos son fríos. Este no lo es menos y mientras esperamos en el exterior del Teatro Municipal "María Luisa Ponte" de Rioseco, el viento azota nuestros rostros y nos preguntamos cuán lejos queda aún la primavera que tímidamente parecía despertar días atrás.

Pasadas las 19:30 se abren las puertas del edificio. La fila de asistentes avanza. Hay poca gente por delante. Enseñamos las entradas al encargado de comprobar que no pretendemos colarnos sin pagar y comienza la carrera escaleras arriba por el mejor palco, aunque pronto la búsqueda de la idoneidad se torna inútil y el objetivo es abrir una puerta y no encontrar a nadie al otro lado, sin importar cualquier otra consideración.

Nos sentamos en unas sillas cómodas pero rústicas y una representación amateur del camarote de los hermanos Marx ameniza la espera. Puertas que se abren, cabezas que se asoman para echar un vistazo y que al comprobar que nuestras chaquetas están posadas en la percha la vuelven a cerrar con rapidez en busca de algún sitio libre donde juntarse; y cuando lo encuentran, todos corriendo hacia dentro hasta que no cabe un alfiler. Y si no hay suficientes sillas se piden las que sobran al vecino; total, en segunda fila de palco solo se puede disfrutar del pulcro corte de pelo del cogote de los ocasionales compañeros de velada y de los vecinos, apoyados sobre la barandilla para poder disfrutar mejor de un escenario decorado con todo tipo de objetos cotidianos pero aún vacío, como la platea, reservada a los poseedores de un bono. En ese momento me doy cuenta de que no sé si el concierto es una propuesta independiente dentro de la programación cultural de la ciudad o si forma parte de algún tipo de festival temático.

Interior del teatro María Luisa Ponte de Medina de Rioseco

De mis banales cavilaciones me sacan dos señores dentro del torrente humano que comienza a invadir los pasillos del patio de butacas. Hacen amago de darse la mano, hasta que caen en la cuenta de la amenaza vírica que pende sobre nuestras cabezas y, jocosos, entrechocan los codos. No será la última referencia de la noche sobre el virus chino. Se apagan los focos y una luz rojiza cubre hasta el último rincón de las tablas. El público aplaude a los cuatro componentes de Mayalde, grupo salmantino de música tradicional o, como dicen los modernos, de música Folk. Da comienzo entonces el concierto.

Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha buscado la respuesta a las grandes preguntas de la existencia: ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?, ¿dónde está Valoria la mala? Existe sin embargo una cuestión sin cuya respuesta es imposible contestar las demás (excepto la de Valoria la mala, que basta con mirar un mapa): ¿de dónde venimos?

Puede que desconozcamos cuál fue el impulso primordial que hizo de un primate que oteaba temeroso la sabana africana en busca de depredadores, el conquistador de la naturaleza que somos hoy día, capaz de moldear el planeta a nuestro antojo y para nuestra desgracia; pero podemos empezar por comprender las raíces de nuestros antepasados más cercanos, su modo de vida, su cultura y sus tradiciones, para poder tener una base sólida desde las que crecer como sociedad.

Mayalde en plena actuación

Y en su vertiente musical es lo que nos propone Mayalde, un viaje a las melodías surgidas del hambre y las carencias de la posguerra en el campo castellano, en el que unos platos, unas cucharas o unos azadones sirven de improvisados instrumentos para unas canciones que alternan la sobriedad y el regocijo con las que los agricultores y pastores amenizaban los ratos de espera, las sobremesas y las fiestas populares, formando parte de un acervo cultural en peligro de extinción ante el empuje de la modernidad y el olvido de las nuevas generaciones.

El espectáculo duró dos horas, aunque se sintieron como dos suspiros, en las que el público se entregó cantando, bailando e incluso bebiendo de una bota que circuló entre el respetable que, una vez finalizado el acto, despidió al grupo entre vítores y estruendosos aplausos.

Se hizo de nuevo la luz y los presentes comenzaron a abandonar el recinto perdiéndose entre las frías callejuelas de Rioseco. Al pasar junto a los grupos que se difuminaban en la noche, me pareció que alguno entonaba una de las tonadillas que más éxito tuvo en el concierto:

La mujer al beber vino
 al brindar ha de decir: 
Muchos quisieran entrar 
por donde tú vas a salir.

Por suerte para los que no cogieron el ritmo, se ve demasiado oscuro

P.D.: Me cuentan que Valoria la mala no existe. Sus habitantes abandonaron el pueblo tras perder un concurso de limpieza de paellas contra Villarriba.

Publicar un comentario

0 Comentarios