Un día en las carreras

En la península balcanizada de la alta edad media, un caballo podía significar la diferencia entre ser señor o vasallo. Aquel que ofreciera su espada y su montura al rey en las guerras de turno podía asegurarse un puesto entre la nobleza, con su título y su jurisdicción sobre un pedazo de tierra. Tal vez los ecos de esta tradición hayan transmutado a lo largo de los siglos hasta conformar la que es hoy día la carrera de cintas que se celebra anualmente en Torrelobatón, entre otras localidades de la comarca, en la que los quintos, vocabulario marcial que se mantiene pese a que ya empiezan a quedar lejos los días de servicio militar, intentan ensartar en un palo las cintas que penden de una caja colgada a varios metros de altura.

Plaza de Torrelobatón con los quintos a caballo


 Los quintos en la plaza esperan impacientes

La festividad suele realizarse los martes de carnaval, si el tiempo lo permite, y reúne a gran parte de los habitantes del pueblo, incluso los que no tienen a ningún familiar que participe. Es tan popular que llegan hasta el extremo de pedir un día libre en el trabajo para acudir a ver a los jóvenes dar el metafórico paso a la edad adulta que el festejo representa. Este suele realizarse en un camino de tierra nada transitado a pocos metros de la población.  

Suelen los familiares de los quintos llevar un ligero picoteo con el que los asistentes pueden refrescar el gaznate, aunque por las tempranas fechas suele estar ya frío de por sí, y algo con lo que llenar el estómago: chorizo, embutidos y pan de pueblo, un lujo que los de ciudad poco pueden catar.

Tuve la suerte de acudir a la carrera de este año. Todo comenzó en la plaza del pueblo, frente al ayuntamiento, donde se reunieron los quintos sobre sus corceles, salvo alguno que no pudo conseguir montura. Por lo que pude averiguar, antiguamente, por ser territorio agrícola y ganadero, las familias disponían de un caballo con el que participar. Hoy día hay que pedirlo prestado a amigos o conocidos. Además, los jóvenes tienen que aprender a cabalgar, practicando algunos meses antes para evitar accidentes indeseables y para tener alguna oportunidad de ensartar una cinta, tarea harto complicada para el novato.

Una vez se hubieron reunido todos los protagonistas, tres chicas y seis chicos, la banda local de dulzainas comenzó a tocar diversos temas populares muy animados con los que se inició el desfile hacia las afueras, encabezando los jinetes la comitiva de vecinos.

Quintos a caballo dispuestos a coger las cintas

Amenizado por la música, los quintos recorrían de un lado a otro el camino intentando coger el mayor número de cintas, que penden de una caja, jaleados y animados por los presentes, que prorrumpían en aplausos cuando el afortunado se perdía en el horizonte con el vuelo sedoso de una cinta colgando de su mano. Tras atársela a su brazo, volvían a intentarlo. Según me contaron, la duración de la carrera no es fija, terminando cuando ya no quedan cintas por coger. Si los mozos no tienen el día, para dar fluidez al evento se les permite detenerse bajo la caja para cogerlas, cosa que no sucedió en esta ocasión, salvo por un quinto que no pudo conseguir una montura y a lomos de la de un compañero se hizo con las dos últimas.

Las cintas suelen estar bordadas con ricos motivos, siendo una pequeña obra de arte tejida por la novia, quien la tuviere o por la madre en caso negativo, o directamente por el miembro femenino de la familia más cercano.

Cajón de las cintas

Tras finalizar la carrera, los vecinos se dirigieron a los bares del pueblo, donde se inició el afamado vermú torreño, cuya hora de cierre solo puede ser calculada, a duras penas, por un supercomputador chino, dando por finalizados los actos para los que eran meros testigos del acontecimiento.

En mi ciudad, enfocada al turismo y con un vaivén contínuo de habitantes, estas tradiciones hace mucho que se perdieron, quedando únicamente un pequeño vestigio en alguna fiesta de barrio, en la que los más pequeños, a lomos de sus bicis emulan las carreras de cintas. Ni que decir tiene que ni el espíritu ni el sentimiento de formar parte de una comunidad que sentí aquel día rodeado de, quienes por procedencia, me son ajenos, están presentes.


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2 Comentarios

  1. Muy buena descripción del evento
    Gracias por compartirlo
    Espero que esto sirva para divulgar nuestras tradiciones y para que los políticos, que tanto hablan en época electoral,se pongan manos a la obra y trabajen por ayudar a mantenerlas

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  2. Escritores de Fortuna3 de septiembre de 2019, 10:40

    Gracias por su comentario. Me pareció una tradición muy bonita y desconocida de donde yo vengo. Como comento en el texto, en la verbena de mi barrio, se hace algo similar con bicicletas y me sorprendió mucho saber que aquello viene de tradiciones más antiguas que se deberían de mantener o, al menos, conocer; un esfuerzo que debería provenir de las instituciones pero que muchas veces, tristemente, no se hace. Por mi parte, siempre que el tiempo me lo permita, intentaré aportar mi pequeño granito de arena a divulgar la cultura de estas tierras.
    Siento la tardanza en la respuesta.
    Un saludo.

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